Serendipia

Es difícil pensar que uno va hacer cosas difíciles hasta, que de hecho, se hacen. O al menos ese es mi caso. Muchas veces, veo algo difícil y pienso que yo no podría hacer eso, pero cuando ya me encuentro haciendo ese algo, me doy cuenta de que, de hecho, estoy haciendo algo difícil. Me sorprendo de mí mismo. No solo por haber pensado menos, sino porque la mayoría de las cosas que parecen complicadas, no lo son tanto cuando uno se mete del todo.

Aunque, normalmente no pienso mucho con antelación, incluido en proyectos. Antes, solía ser muy calculador y planeador. Intentaba anticiparme a todo, si era un proyecto, calculaba con la mayor precisión posible —o lo que yo creía era ser preciso— todo lo que iba hacer, paso a paso. Intentaba atrapar todas las variables, todo lo que podía salir mal y trazaba caminos alternos en caso de que alguna de esas cosas saliera mal. Sí, era tan estresante como suena.

Luego descubrí que no tenía mucho caso anticiparse a todo, más que nada porque era imposible. Es como intentar predecir el futuro y, siempre que alguien me habla de planeación, lo único que me escuchan decir es 'No soy tan intrépido como para intentar predecir el futuro'. Porque hay muchas variables, hay mil cosas que pueden salir mal, y hay muchas otras que pueden salir mejor —que aun así no esperamos—; nadie puede predecir el futuro por que es imposible saber que va a pasar.

La ciencia, esa cosa mágica, puede determinar que va a pasar en cualquier momento si se conoce el estado del sistema en un determinado momento. Pero claro, hablamos de sistemas (y de preferencia aislados). De hecho, en los estudios del día a día eso es lo que hacemos, de eso están hechas las ciencias físicas. Se te dan todos los datos de un sistema en determinado momento, con eso uno puede saber el estado del mismo en cualquier otro punto del tiempo, pero como calcular eso sería muy aburrido (con el tiempo, generalmente llegamos a un punto en que el sistema es estable y los cambios mínimos, controlados o tan aburridos que no merece la pena el estudio. Suponiendo que el sistema no sea estable desde un principio, por que si lo es, entonces la cosa resulta muy aburrida) por eso es que se modifican una o dos variables —treinta si el problema te quiere hacer sufrir— y a parir de esas variaciones se prevé el nuevo estado del sistema en otro punto del tiempo.

Todo eso en sistemas simples. Porque conforme aumentan las variables, la dificultad del problema aumenta, hay un punto en el que ya son tantas variables que el tiempo necesario para calcular el resultado del problema excede el tiempo en el que la respuesta es útil. Así, en teoría, se puede saber que es lo que va a pasar en el futuro (sí, me contradigo, Platón generalmente hacía que sus alumnos hicieran lo mismo mediante preguntas, ironías y burlas, de esta forma llegaban a una 'verdad más verdadera') si se conoce el estado de todo el sistema en cierto punto, pero en la práctica es imposible.

De hecho, por eso sabemos cuando se va apagar el Sol, porque este es un sistema —todo es un sistema— y un grupo de personas sin nada que hacer se puso a estudiarlo para conocer su estado (con todas sus variables) en un determinado punto de tiempo. De esta forma pueden saber su estado en cualquier otro punto y hay punto en el que ese sistema se va a transformar drásticamente —'morir' para los legos—. Pero, y aquí viene lo divertido, si antes de eso una variable no tomada en cuenta hace su aparición. Por ejemplo, podría ser que Némesis —un piedra teórica mucho muy grande, creo que del tamaño de Plutón, que orbita por la nube de Oort (esto último es una cosa que rodea todo el sistema solar y tiene muchas piedras, polvo y otros vestigios)— de repente se saliera de su órbita y fuera chocar contra el Sol, cambiando su estado y acortando o prolongando su vida. O lo que es más simple, que un asteroide se estrellase con la Tierra y destruyese todo lo que ves a tu alrededor. Lo que, para cuestiones prácticas, la muerte del astro rey sería irrelevante.

Algo se vuelve irrelevante si pierde el foco humano.

Por ejemplo, la pobreza que azota todo el mundo, es irrelevante en tu día a día porque puedes ir a trabajar o estudiar y no piensas en ella, no te afecta directamente y su existencia o inexistencia no impide que tu o yo no podamos tomar una taza de café (aunque no me gusta esta bebida).

Pero, y está es la magia, cuando se habla de ella, se participa en ella o siquiera se piensa en ella, nuevamente existe y es relevante. Porque ocupa un espacio en la mente y es una variable que tiene influencia, al menos, si no estuviese existiendo estaríamos pensando en otra cosa. Y eso es lo que pasa, cuando algo no tiene atención humana, para fines prácticos no existe.

Yo no seré de esos que se peinan, limpian, lustran y demás pero al menos intento no espantar a uno que otro con mi apariencia. Se me hace curioso que existan personas que de hecho usan la frase 'Me dedicaré tiempo a mí mismo' y es cuando ocurre el baño de perfume y otras esencias (mujeres uno pensará, pero también conozco hombres así). Y digo que se me hace curioso porque ¿Qué no todo el tiempo es para uno mismo? El ser humano es egoísta desde nacimiento hasta a la muerte (incluso antes de nacer y después de la muerte). ¿Cómo piensa uno? ¿Cómo recuerda? Cualquier proceso es desde la perspectiva de uno mismo. En nuestros pensamientos siempre hay un yo de por medio, nuestro subconsciente es todavía más egoísta y cínico. Incluso las acciones más altruistas siempre tienen una perspectiva 'Yo'. Cuando queremos hacer sentir mejor a alguien es porque el ver a ese alguien en desgracia nos hace sentir mal, entonces lo hacemos sentir bien para que nosotros también nos podamos sentir de esa forma.

No tiene nada de malo, digo, nacimos así y nos es imposible ponernos en la mente de alguien más. Claro, tenemos esa cosa llamada empatía (¿entalpía?) pero es solo un intento, muchas veces mal logrado, y no es lo mismo que ver el mundo desde la mente de alguien más.

Y digo mente porque los ojos no lo son todo. De hecho, nuestro olfato está muy respetablemente desarrollado, aunque la mayoría de las cosas las tenemos en términos visuales, no entiendo porque el resto de los sentidos se vio tan apagado. Tal vez sea por el cerebro, los estímulos visuales tienen prioridad por sobre el resto, porque si quitamos el cerebro y comparamos los sentidos por precisión y cantidad de estímulos nerviosos, el olfato gana.

Hablando de sentidos, hace tiempo leí a Oliver Sacks, en un libro llamado 'The men who mistook his wife for a hat', aparte de lo interesante que suena el titulo —el libro de hecho es muy bueno— también tiene varias partes en las que habla de los sentidos ocultos o internos. El mentado 'sexto sentido' existe pero es como el latir del corazón, está ahí, hace su trabajo pero no lo podemos controlar. De hecho no es solo un sentido interno, son varios. Entre ellos está el de equilibrio que reside dentro del oído. Es un pequeño tubo lleno de liquido con una burbuja que sirve para saber en que posición con respecto al suelo nos encontramos. No es preciso como el nivel —el aparato comúnmente usado en arquitectura—. Incluso, hace un tiempo supe de un grupo que estaba desarrollando una especie de audífonos que, mediante una serie de cargas eléctricas, controlaba este sentido del equilibrio, pudiendo hacer a uno caminar hacia donde sea.

El sentido de la propiedad es otro, y bastante curioso por cierto. Este sentido le dice al cerebro que el cuerpo en el que está, es propiedad de uno mismo, y no de otro. Tan extraño como suena son los casos en los que este sentido falla. En el mismo libro de Oliver Sacks, relata un par de pacientes que sentían que su cuerpo no era suyo, algunos otros un miembro solamente. Al principio uno pensaría que es un simple problema psiquiátrico, pero al resistirse a estos tratamientos, los pacientes pasaron con un neurólogo (el autor) y este descubrió el problema con un par de TAC.

Es tan curioso como el sentido que te dice donde están las partes de tu cuerpo sin necesidad de verlas. Por ejemplo, cuando me acuesto sé que mis piernas están por ahí cerca de mi cadera descansando, pero las personas que tienen problemas con este sentido, de hecho tienen que ver donde están sus piernas para saber su posición.

La mente y el cuerpo es una cosa bastante interesante. Por ejemplo, cuando nos referimos al ser humano yo pienso en un conjunto de dos elementos, el cuerpo y la mente. Pero cuando hablamos de persona, pienso en algo que contiene la actitud, los recuerdos y todas esas cosas que se guardan en la cabeza de uno. Es raro, porque con otras cosas no pasa eso. Por ejemplo, una computadora, está compuesta de circuitos, disco duro, memoria RAM, procesador, una carcaza y demás cosas, sabemos que todo esto conforma una computadora y cualquiera de sus partes no puede recibir el honroso titulo 'Computadora'. Pero en el caso del ser humano no, además de nuestro y cuerpo y de toda las tripas que contiene, solemos reservarle un puesto muy especial a la mente. Ese ente idílico que parece habitar en el cerebro. Pareciese que el conjunto recibe el titulo 'Persona' y una de sus partes también.

Bien, yo creo que es hora de un cuento.

—Apresúrate —le espetó mientras jalaba de la cadena con fuerza. El pobre Deomodoro que yacía en cuatro patas detuvo el placer que es desechar orines y se acercó con prisa a su amo.
    —Por más que te digo que hagas esto rápido y lo guardes para una sola vez al día, no lo haces —refunfuñaba Emanuel mientras apuraba el paso en la agitada calle de las dos de la tarde.
    —Te he dicho mil veces que no tengo tiempo para sacarte varias veces al día. Tengo mucho trabajo —continuaba Emanuel. Trabajaba desde casa y solo por Deomodoro salía, de lo contrario se quedaba todo el día sentado.
    Se dirigieron con prisa a su departamento, abrieron acá, pasaron la llave por allá, unos pasos, unas escaleras y cuando por fin el dueño cerró la puerta de la casa, liberó al perro del collar y los constantes jaloneos de su dueño. El animal, como siempre, no podía comprender el mal humor de su amo, así que simplemente le dirigió una mirada mientras bajaba la cabeza y titubeaba. Estuvo así un par de minutos mientras Emanuel se despojaba de su suéter, zapatos y cualquier otra cosa que no entrara en lo que el calificaba como 'Ropa ligera'. Se sentó frente a su escritorio de trabajo, dio una gran aspiración y empezó a dibujar.
    Deomodoro, al ver que su amo no prestaba atención a su mirada, se hizo un ovillo en las tres prendas de ropa que su amo había calificado hace tiempo como 'Cama para perros'. No pudo evitar caer en las suaves caricias del sueño y terminó por cerrar lo ojos.
    Cuando despertó, y para su propia pena, nuevamente su vejiga clamaba atención. Esa última salida lo había dejado con más liquido por dentro del que creía. El pobre perro sabía que no hacía mucho tiempo desde la última vez que salió. Acercarse a su amo y hacer malabares para que este le prestara atención resultaría en una serie de patadas, gritos y demás algarabía que el viejo perro no quería afrontar ahora. No desde la reciente reprimenda por haber hecho a Emanuel truncar su trabajo para salir a orinar. Decidió aguantarse un poco más, así que nuevamente cerró los ojos esperando que la dama del sueño se lo llevara y con esto pasara el tiempo necesario para que su amo aceptara sacarlo.
    Hecho un ovillo, el perro no podía conciliar el sueño, las ganas de desechar todo se estaban haciendo cada vez más insoportables. No podría prolongar esto por mucho tiempo, si se orinaba en el interior, reviviría los terribles castigos por los que pasó cuando era cachorro. Era uno de sus castigos infernales o soportar un par de golpes y gritos ahora.
    Se puso a cuatro patas y anduvo hasta su dueño, Emanuel concentrado dibujando, la lengua tocando el labio superior y el rostro semitorcido, tuvo un repentino cambio cuando los ojos notaron que Deomodoro rozaba la pierna de su dueño y dirigía el hocico hacia la puerta de salida. Todo el acto acompañado del leve y agudo sonido que hacía siempre el perro cuando quería algo.
    Las primeras patadas no se vieron esperar, seguido de los gritos de todos los días «¡De nuevo!», «Maldito perro». Pero aun con todo, Emanuel se vistió nuevamente, le puso el collar a Deomodoro y salieron del departamento.
    Después de andar un par de metros, el perro olisqueó aquí y allá. Acercó la nariz a la base de una de las frías farolas de la ciudad y orinó cuanto pudo. No quería volver a molestar a Emanuel en todo el día. A los pocos segundos, y acompañado del incesante zapateo del hombre, este tiró de la correa. Esta vez justo a tiempo, el animal había logrado vaciar la vejiga. Nuevamente se dirigieron a casa. Cruzaron las calles de siempre, con cada metro que avanzaban, Emanuel se hundía más y más en la frustración resultante de lo que consideraba una perdida de tiempo.
    Al cruzar la última calle de doble vía, Emanuel estaba muy hundido en sus cavilaciones (la mayoría juramentos) y no se fijó en que un automóvil no tenía ni la menor intención de detenerse. Deomodoro, viejo pero con sus instintos aún jóvenes, echó carrera y se ahorcó con la cadena que rodeaba su cuello, pero logró halar lo suficiente a su dueño para salvarle del impacto. Emanuel solo pudo sentir el repentino desequilibrio resultante y nuevamente soltó un par de juramentos a su perro. No pudiendo terminar el último, por la otra vía un automóvil se llevó a Deomodoro.

He notado que en la mayoría de mis cuentos siempre sucede alguna desgracia, muchas veces de muerte. Además de que suelo manejar cuentos cortos, muy cortos. Un par de veces he intentado prolongarlos, pero generalmente ya tengo la trama en la cabeza y sé como y cuando acabará, así que prolongarlo solo sería agregarle cosas aburridas.

Actualmente, me concentro en solo dos cosas cada día: Escribir y tomar fotos. De cuando en cuando agrego uno que otro proyecto, pero por lo demás me la paso leyendo, escribiendo, viendo fotografías o tomándolas.

Recuerdo que cuando comencé en esto de la fotografía intentaba de todo, y eso no tiene de malo, pero con el tiempo encontré que mi pasión está en lo pequeño. Me encanta la fotografía macro. Desde hace mucho que no desenrosco los filtros macro de mi objetivo. De cuando en cuando uso el cielo como fondo y todavía me interesa el paisaje, el cielo es otra de mis pasiones. Lo encuentro muy inspirador.

Conozco pocas personas, y realmente no tengo amigos, aunque eso no me molesta, me gusta estar solo. Soy introvertido, con ganas, aunque el ser consciente de ello me permite superar esa barrera y abrirme cuando considero necesario. Entre las personas con las que más hablo creo que una de ellas es mi mascota, es un perrito faldero de nombre Dona.

Hablando de fotografía, hace tiempo se acercó a mí una mujer que —por azares del destino se enteró de que me encanta andar sacando fotos—quería verme tomando fotos. Literalmente me dijo «Cuando vayas a tomar fotos, a una de tus expediciones, quiero acompañarte». Se me hizo raro porque yo rara vez hago 'expediciones'. La mayoría de mis fotos son casuales. En todo caso, hace tiempo que no vuelvo a ver a esa persona.

Cuando tomo fotografías, no tengo un sistema de pasos estricto pero generalmente me acerco a lo que me llamó la atención. Me acerco, me acerco más, hasta que literalmente lo tengo pegado a la lente. A mí me gusta la fotografía macro así que suelo proceder muy cerca de mis sujetos. Hago un par de tomas. Si puedo dar vueltas sobre el sujeto, lo hago mientras sigo tomando fotos. Inclino la cámara. Me inclino yo. Pruebo diferentes ángulos. Juego un poco con la iluminación (si puedo manipularla). Juego con la configuración de la cámara. Luego me alejo un poco y sigo probando lo mismo que antes. Y así hasta que ya tengo tan lejos el sujeto que no lo puedo enfocar —que con mis filtros macro eso es aproximadamente a los dos metros—. Cabe destacar que suelo usar, casi instintivamente, la regla de tercios. Es por eso que muchas de mis fotos tienen cierto balance.

Siempre pruebo a enfocar el sujeto desde diferentes aspectos. Primero lo pongo en el centro del cuadro. Luego lo orillo un poco, luego más y más. Pruebo con todas las esquinas. Si el sujeto, que cayó presa de mis disparos, está inmóvil, suelo hacer muchísimas tomas. Luego, en la computadora selecciono una foto y elimino el resto.

Hay que juzgar con puño de hierro el trabajo propio.

Oh, este experimento ya se ha prolongado bastante. Llevo casi 3000 palabras y todavía no me bloqueo creativamente. O al menos no al punto de ya no poder seguir escribiendo. De cuando en cuando, me paro unos segundos para estirar los pies, y luego sigo escribiendo.

Personalmente, yo respeto bastante a los escritores que usan la coma con gran elegancia. En especial al sustituirla con 'pero' y 'aunque'. Resulta en un cambio elegante de argumento, con un silencio que solo le da más peso al contraargumento.

La mayoría de las personas se concentran más en el fin que en el medio —sin caer en ideales típicos de Maquiavelo—, cuando la mayor parte del tiempo la pasa uno en el medio. Solo se vive el fin poco tiempo. Cuando me di cuenta de esto, comencé a pensar más en el presente. Aunque muchas veces me decía a mí mismo que si era consciente del mismo, realmente no lo había sido hasta que logré quitar mi atención por completo de la meta. Pensar en la meta, es algo muy lejano, es como soñar, y para soñar está la cama y una buena almohada.

Entre las pocas personas que conozco, solo una de ellas de hecho disfruta leyendo. Esa persona me ha recomendado bastantes novelas —todas muy buenas— y de hecho fue él quien me introdujo a Murakami. Al principio, me pareció un escritor genial. Después de haber leído muchos libros me di cuenta que rehusa muchos recursos, y de hecho varias de sus novelas se parecen bastante. Aún así, sus libros se disfrutan. Describe los sentimientos y el ambiente de las escenas como nadie. O al menos como nadie que hubiese leído yo.

Me pregunto en que estaba pensando el primero que dio un regalo de cumpleaños. Me imagino algo como «Aguantaste otro año vivo, felicidades, toma esto». ¿Por qué nos regalamos cosas? En la actualidad es por el espíritu consumista que las empresas han sembrado en la sociedad (y que cosechan cada festividad y fin de año), pero ¿De dónde viene la costumbre de regalar cosas?

En lo personal, no me molesta que no me regalen nada en mi cumpleaños. Desde que me introduje al minimalismo, compro menos cosas —de hecho, lo único nuevo que suelo tener son libros—. No porque quiera vivir de forma austera o como un monje. Simplemente me di cuenta de que no necesito andar estrenando cosas que muchas veces terminan juntando polvo en alguna esquina. Esa necesidad de estrenar, es porque normalmente tenemos un vacío que queremos llenar con placer inmediato y efímero. No digo que yo viva como un amargado. Pero en vez de andar buscando que compro y que nuevas cosas creo que necesito, lo único que hago es concentrarme en lo que me gusta hacer. Escribir y tomar fotos.

Antes me pasaba seguido, me autoconvencía de que realmente necesitaba algo. Por ejemplo, si veía algún nuevo artefacto que podía sustituir algunox de los que ya tengo y agregar un par de funcionalidades, dentro de mi mente comenzaba a formularme un montón de argumentos de como ese artefacto podría mejorar mi flujo de trabajo, como podría hacer todo más rápido y mejor y demás cosillas. Al final terminaba comprando ese nuevo artefacto y guardando los viejos. Ahora, cada vez que me doy cuenta de como comienzo a formular argumentos así, los corto de raíz y mejor pienso en algo divertido como la trama de un nuevo cuento. Comprar solo cuando es estrictamente necesario, no solo comprar por el placer de comprar.

La procrastinación es una musa traicionera y sensual. Los estudiantes reciben su visita generalmente antes de los exámenes, cuando hay mucho que estudiar o cuando tienen tareas grandes y complicadas. Hablando de tareas, hace poco tiempo hice un modelo matemático en la computadora, pero uno de esos largos, feos y duros. Eran más de treinta formulas, todas largas y complicadas. Recuerdo que hasta lo soñaba.

Es curioso como el ser humano se esfuerza por explicar fenómenos del día a día de manera complicada. Y no siempre son fenómenos muy complicados. Sé que no es a propósito, pero conforme avanza la ciencia, esta se vuelve cada vez más y más complicada. Pienso que llegaremos a un punto en el que necesitaremos más años de vida para aprender lo necesario para hacer un avance científico de los que realmente vivimos. Tal vez para ese entonces ya habremos desarrollados lindos y adorables robots que estudien y hagan los avances científicos ellos mismos. Nosotros solo andaremos por ahí para maravillarnos y emplear ese conocimiento en las artes. No, ni siquiera le daremos mantenimiento a los robots, porque serán tan complejos que solo ellos mismos entenderán como funcionan. Así, habrá un punto en el que los mismos robots desarrollarán el pensamiento creativo para aplicarlo a las artes y nosotros solo estaremos ahí para andar de aquí a allá haciendo «Oh» y «Ah» al ver las creaciones de la sociedad robot. Personalmente no tengo problema con un futuro así, me encantan los robots. En especial los pequeñitos.

Mientras escribo, suelo escuchar música. Todas las canciones en mi biblioteca son de Anime, todas y cada una. No es que no me guste otro tipo de música, pero personalmente disfruto más este tipo de canciones. Son las únicas que puedo escuchar una y otra vez.

¿Qué es el frío? La precisión de la piel está completamente sujeta a lo que nosotros podemos percibir como un clima frío y uno cálido. Así, si colocásemos aire y agua a la misma temperatura, el agua la sentiríamos más fresca. Esto se debe a que el agua disipa mejor el calor que el aire, y el frío es solo ausencia de calor. La piel despide calor, al entrar en contacto con el agua, esta absorbe el calor que emana de ella y lo dispersa por todo su volumen. Al entrar en contacto con el aire, este hace lo mismo, pero más lento y torpemente, es por eso que el calor que emana de la piel no se dispersa tan rápido como con el agua y por consiguiente sentimos esta más fría.

Yo no suelo releer libros. Aunque me gusten mucho, no suelo volver a ellos. Lo mismo con las series y cualquier otra cosa. Para mí, intentar revivir lo que sentí cuando leí ese libro no es tan placentero como experimentar un nuevo libro, de hecho pienso que las personas que vuelven sobre un mismo libro o película una y otra vez, tienen problemas para dejar ir las cosas. Son personas que suelen extrañar mucho y no pueden despegarse de sus amistades y objetos fácilmente.

Los placeres son efímeros.

La evolución humana llegó a un punto en el que podía poner en peligro su supervivencia siendo consciente de ello. Por ejemplo, ¿por qué nos colocamos en situaciones de estrés? La supervivencia de todas las especies no es más que una búsqueda del hedonismo ideal. Uno no ve a animales matándose entre ellos por el puro placer de hacerlo, si batallan es porque tienen una razón que supera el instinto del placer. Pero ningún animal, excepto el ser humano, hace algo que sobrepase el instinto de supervivencia. Colocarse en una situación de estrés, supera el instinto de placer pero la razón para hacerlo no siempre lo hace.

Algunos psicólogos usan el termino 'autoactualización'. Es esa fuerza que nos mueve a querer ser mejores, a superarnos día a día. Y parece que autoactualizarse supera el instinto del placer, de evitar el dolor que es colocar al cerebro en una posición en la que tiene que revisar la validez de todas las ideas que lo mantienen cuerdo y funcionando. Eso, eso requiere mucha energía y la naturaleza siempre busca hacer cualquier cosa con el mínimo de energía posible. Entonces ¿Por qué queremos autoactualizarnos? ¿Por qué la autoactualización juega un papel tan prioritario en el ser humano? Otros animales sociales, los lobos por ejemplo, no se encuentran en una eterna batalla para averiguar quien será el líder de la manada. Los lobos pequeños y débiles, nunca entran en conflicto con el mayor, simplemente forman parte de la manada y trabajan en grupo. No aspiran a querer ser el líder de la manada —no, tal vez 'aspirar' sea muy intrépido de mi parte—; no intentan ser el líder de la manada. Solo los lobos de buen tamaño intenta autoactualizarse y es cuando entran en duelo con el lobo más grande y fuerte.

El ser humano no es así, todos quieren autoactualizarse. Tal vez sea por eso que llegamos tan arriba en la cadena alimenticia. Más que el desarrollo cerebral, o la habilidad manual, pienso que ese instinto de autoactualización tan prioritario que tenemos los Homo fue lo que nos empujó a evolucionar.